Romeo, Romeo estás en mis sueños
Sentir el frío al despertar. Sentirlo recorrer mis venas y congelando hasta el último poro de mi piel. Ver la oscuridad de la noche y un rayo de luz lanzado por la luna para impresionar, ampliando mi vista en el viento que manejaba las cortinas de la negra habitación. El tic-tac del reloj retumbando y coreando el cantar del gallo, el ladrar de los perros y los gritos de alguien perdido en el tiempo.
Todo en aquella noche me hacía estremecer en escalofríos de miedo y sueños inocuos e inconclusos. Las cortinas se alborotaban tan fácilmente que me hacían sentir pánico, no quería levantarme a cerrar el ventanal, menos ahí con Romeo vigilando. No quería asustarlo más de lo que debía estar.
El rayo de luz apuntaba a la calavera de mi repisa, que sonreía con solo notar mi terror. Los perros me querían avisar que se aproximaba algo que no olvidaría jamás. El reloj repetía, una y otra vez, que cada segundo que pasaba, era sinónimo de la cercanía de la muerte con mi casa. El gallo, por su parte, intentaba apresurar la salida del sol. Él quería que todo terminara pronto, no aguantaba más, pero la suerte no lo acompañó.
Se largó la lluvia, se largó la furia inmensa de la noche, ya no había rayo de luz, pero si truenos y ventiscas infernales. Los perros ya no ladraban, sino que aullaban perturbados por el miedo, el gallo ya se había escondido y sólo quedaba la muerte haciendo sombra de la nada.
El miedo ya me ganaba, quería ir por la ventana, cerrarla y acabar con todo, pero algo me decía... una voz me susurraba que no lo hiciera, algo en mi interior repetía que mi destino era esperar a que todo terminara.
Cerré mis ojos, apreté las sábanas, intenté no llorar y traté de no escuchar. Ya me tranquilizaba, pero se escuchó el grito más escalofriante que podía haber. Era Julieta. Decidí levantarme a ver qué pasaba, pero antes de destaparme, vi su sombra y sus ojos brillar, sus plumas resplandecer en azules y verdes brillantes y hermosos. Que escalofriante sensación, una mezcla de belleza y rencor. Vi su rostro enfurecido. Vi sus alas abrirse y volar hacia mí. Vi sus garras acercarse a mi cara. Vi sus garras dirigirse a mis ojos.
Lo vi. Desperté llorando. Llorando Sangre. Romeo, Romeo estás en mis sueños.
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