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jueves, 9 de diciembre de 2010

Un paseo por el infierno…


Un paseo por el infierno…

¡Hola amada mía! ¿Cómo estás?
 
Bueno, yo estoy de lo mejor, aquí, recién aprobando todos los ramos que me dio el maldito semestre. Me fue de lo mejor, fui uno de los pocos que cumplió todas sus metas.
 
Te quiero contar algo curioso que me pasó hoy. Ésta mañana, decidí ir a visitar a un viejo amigo mío, a don Dante Alighieri, por lo general le digo Dano o Gueri-Gueri, jajaja, somos muy buenos amigos. Lo curioso de nuestra amistad es que traspasa todas las fronteras que se puedan imaginar, desde el color de piel, el país de procedencia, hasta el “lugar geográfico” en dónde vivimos y donde nos encontramos.
 
Te contaré primero cómo lo conocí. Era un frío día de lluvia, mientras vagaba por las callejuelas de limbo -si, del limbo, ese mismo dónde están esas pobres almas sin vida esperando a que alguien rece por ellas y las envíe a algún lugar- porque amigo de allí me quería contar algo, entonces me invitó a que lo visitara. EL problema fue que, llegado ahí, algún “inteligente” (lo denomino así para no faltarle al respeto a nadie) justo se le ocurrió pedir por su alma en pena, y lo envió derechito al cielo. Una lástima para él, puesto que mi amigazo estaba muy feliz en el limbo, ya que ahí llegaban las mejores mujeres del mundo -según él, mi amor… pues no cuenta con que las mejores son otras… así como tú-, puras almas impuras, pero lo suficientemente wecas como para no ser malas, entonces no iban ni al cielo ni al infierno. Allí, carreteaban, bebían alcohol, fumaban lo que querían, tenían sexo sin preocuparse de enfermedades ni nada por el estilo. También eran libres de jugar, cantar, rezar. Estaba todo al alcance de esa gente. Mi amigo disfrutaba mucho con eso, si según él, lo único que le hacía falta era yo, para que veas lo lindo que es y lo bien que se sentía en ese lugar. El problema, para mí, es que sus “paredes son blancas, muy blancas, las habría pintado de azul de haber pasado más tiempo allí” y su calor abrumaba, pero no era un calor como el del verano en la playa, sino como el calor del verano en la casa, abrumarte, entristecedor y aburrido. Lo importante es que mi amigo lo pasaba bien ahí y alguien lo llevó a un sitio peor. Hoy me escribe contando lo aburrido que es ese lugar, me dice que hay un tipo de barbas locas, llamado Jesús, con aires muy hippies y marihuaneros, también hace milagros y cosas raras. Él, está sentado a la derecha de un hombre gigante, amarillo, de larga barba blanca. Ese hombre, es tan grande que su rostro no se ve -me suena a que soñó eso de algún capítulo de los Simpson-. También, hay mucha comida -promueven la GULA, OJO AHÍ- y vino -si, también el alcoholismo- y todos comen y beben, pero sólo hacen eso, y también conversan, hablan de cosas sin importancia y del misterio de la vida -sip, también me lo contó, pero no te lo contaré, es algo difícil de explicar en una sola carta- y esas cosas a él le aburren.
 
Como te contaba al principio, ese día en que lo visite y alguien lo mandó derechito al cielo. Yo quedé botado, solo, triste y abandonado en medio de ese lugar blanco y de abrumador calor casero, vagando por sus calles pseudo-monteaguilinas, pero sin borrachos votados y sin perros vagos. Caminaba, y enorme fue mi sorpresa cuando veo a un tipo con unas vestiduras muy extrañas, o sea medias romanas, o sea, no eran como de la época, creo que él está OUT, pero no importa. Ya pos, lo vi y decidí conversarle un poco, saber qué hacía ahí y cuánto tiempo llevaba, puesto que sus vestiduras me indicaban SIGLOS de tristeza (o alegría, si es que era como mi amigo, y en fin, yo no lo sabía), deambulamiento y soledad. Bueno, él era Dante. Un gran tipo, muy simpático y buena onda, me cayó bien al instante. Congeniamos de forma perfecta.
 
Mientras hablábamos, me contó una gran travesía que tuvo en el infierno, con un amigo suyo, también muy buena onda, VIRGILIO, y fue muy interesante, muy entretenido, fue toda una epopeya lo que él vivió en esa ocasión. También me contó que extrañaba mucho a su amigo Virgilio, y que a pesar de que la pasaba muy bien en el limbo, lo echaba de menos. Y le pregunté, a un tiempo me contaba, qué podía hacer yo para poder juntarlo con su amigo. Al principio se me negó la posibilidad de ayudar, pero luego de joderle la mente un buen rato, accedió a mi ayuda.
 
Mi amor, no me vas a creer, en ese momento tuve que rezar. Si, debí rezarle a Dios “todo poderoso y divino” que lo enviara al infierno -exacto, linda, soy un ateo que por católico hereje se irá al infierno también, qué lindo- y así pudiera encontrarse con su amigo Virgilio, que por esa misma aventura que tuvieron, terminó ahí, acompañando al mismísimo tío Belcebú -CÁCHATE ESA… jajaja-. Luego de mi oración, no muy perfecta, mas si efectiva, su Dios lo envió allí y me condenó. Dios, todo poderoso y divino, me condenó al infierno por hacer una buena obra. Mandé a un hombre al infierno, porque él quería estar ahí. Lo bueno de esto, mi amor, es que ahora tengo un flamante y bello “pasaporte al infierno”, válido hasta agotar la temporada de delitos infantiles, no sé qué significará eso, pero es lo que dice mi documento, y lo uso a mi gusto.
 
Y así fue como conocí al Dano. Y, ahora te cuento lo que me ocurrió esta mañana. Como te dije, lo fui a visitar y me pasó algo extraño. Mientras recorríamos los círculos del infierno encontramos uno que me llamó mucho la atención. Bueno, tu sabes lo HOT que me pongo en ocasiones, más seguido de lo que la gente normal querría, pero así soy y así me amas. Ese círculo, era el Círculo de la Lujuria. Y entonces le pedí a Dante que entráramos, a ver qué onda pasa por ahí (no te enojes aun, mi amor. Mi sorpresa fue grande cuando vi a puras mujeres en una gran orgía pero había un solo problema -jajaja-, todo hubiera sido perfecto de no ser porque eran puros cadáveres descompuestos ¡QUÉ ASCO! Seguimos caminando y vi cosas extrañas, mas hubo una que era extremadamente extraña y extravagante -no es que redunde mi amor, es que quise decir impactante, pero con una X, jajaja-. Me pareció curioso porque vi una silueta que me era muy familiar, porque vi un cuerpo que me era muy familiar, un cuerpo que ardía en un fuego impresionante, tentador, acariciante, traficante de deseos y pasiones, ese fuego mutilante del infierno. También, en ese cuerpo tan familiar, vi unos ojos que brillaban a la luz de las brazas del infierno. Mi amor, vi algo fascinante, vi a la mujer más hermosa de este mundo. Esa mujer se acercó a mí, paso a paso de ella me mareaba mientras babosamente la miraba. Sólo quería tomarla en mis brazos y hacerla gemir alaridos que destruyeran e hicieran perder al infierno en este universo, o quizás en otro, dependiendo de lo que yo lograse.
 
Se acercó a mí, me miró y me quemó con su calor, con sus pechos enloquecedores, con sus brazos abrazadores, con sus ojos palpitantes de energía y con sus piernas caminantes de caminos inmensos, me hiso sentir que yo ya había estado mil veces en el infierno… y que estaría mil veces más. Mi amor, la besé.
 
Mi amor, mientras paseaba con Dante, esta mañana, encontré en el infierno un ardiente, peligroso y maligno beso con sabor a ti...
 
Mi amor, es por eso que hoy, en tu tumba, dejo esta carta. Y sobre la carta y tu lápida, yo, escribiendo con sangre mi nombre en ella. Espero no volarme un ojo con esto. Nos vemos en unos minutos más. NOS VEMOS EN EL INFIERNO.
 
Te amo.

Böris Edgård

2 comentarios:

Tania Medina S. dijo...

La divina comedia es un gran libro, lo he leido más de una vez...el cuento es bueno, gracioso y muy de tu estilo...

Besos***

Boris Edgard dijo...

La divina comedia es mi libro favorito y quise escribir algo que pareciera que de verdad yo lo estuviera relatando... y quedó como si yo estuviera contando una historia cualquiera en una noche de conversación... eso me enorgullece :) juoaujoaujoauja