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martes, 5 de julio de 2016

Carta de despedida


Carta de despedida

         Creo que siempre estuve solo en el mundo. Creo que siempre hubo gente que me miró o que escuchó las estupideces que vociferé, negándolas, contrariándolas, tratando de alivianarlas, en otros casos e incluso algunos las escucharon con admiración. De hecho, esas son las personas que más detesto en este momento. La gente que admira al alguien más sin conocer el trasfondo de la vida de esa persona. Es como admirar a una persona que aprende a leer en condiciones absolutamente normales. Una salud mental estable, sin necesidades especiales, ni de lenguaje, ni de aprendizaje, ni nada parecido.
           La simple idea de que alguien me adule por parecer un intelectual o hasta por tener una linda sonrisa, me parece repudiable. Para empezar, porque eso en realidad nunca importó, ni nunca significó, a ciencia cierta, algo real. En este sentido, la realidad que más me hubiera parecido correcta con esas personas, es que se acercaran a mí y me preguntaran por la vida, para luego explicarme las suyas, contarme sus experiencia, debatir sobre sus ideologías, su cosmovisión o incluso lo que piensa de las hormigas.
            Las personas que me admiraban, nunca me entendieron realmente, eran los peores admiradores (yo aun trato de entender por qué Toriyama aceptó DBGT y luego hice DBSuper para “anularla”, prácticamente). Yo nunca busqué admiración, simplemente buscaba aprender y, ciertamente, antes de cumplir 3 años de edad, entendí que se aprende más del enemigo, que de los amigos, inclusive. Me encantaba discutir con las personas que me odiaban, porque lograban abrir nuevos arcos de raciocinio en mí, dando puntos de vista sobre todas las cosas, en especial, puntos de vista ajenos al mío, totalmente contrariados y exasperados por encontrar la verdad que humillara mis ideas. A pesar de eso, creo que si pudiera hacer algo por alguien en este momento, sería por esas personas: buscaría la forma de seguir discutiendo con ellos (creo que es lo mejor que puedo hacer por alguien que discute conmigo), pues gracias a esta misma gente, mi mente sigue en proceso de creación, en una evolución constante hacia la iluminación, iluminación que MUY PROBABLEMENTE NUNCA LLEGUE, pero que anhelo con toda mi alma, que anhelo con todo mi corazón, que anhelo tanto, incluso como la posibilidad de la existencia de un Dios piadoso y amable, que sea corazón de abuelita. Anhelo la iluminación de mi mente, tanto como un niño anhela a su madre a cada segundo que no la tiene y tanto como Sheer Khan anhela matar a Mowgli.

      Si bien hay personas que aportaron en este proceso mental y otras que en realidad sólo la estancaron alguna vez, hubieron unas más repudiables, las peores y, es por su existencia que hoy me despido. Existen personas que no hacen un aporte más que negativo al mundo, entregando nada más que un doble estándar a la sociedad ínfima de la que logran participar. Si bien soy inmune y hasta ignorante en su presencia, creo que no deberían existir. Hacen pelear a la gente y buscan sólo un tanto de destrucción, imbécil e inerte, sin un fin más allá que ese, un mal. Éste mal, no se compara con un mal bien desarrollado, queda en la enfermedad mitómana, y no da paso al ser sociópata que todos llevamos dentro. Repudio completamente a las personas cahuineras, chaqueteras*, malintencionadas.

       En este sentido, también hay personas que adoro por completo. Mis amigos. Ellos no entran en ninguna de estas categorías, pero por defecto, las admiro tanto como a las personas que me odian, pero las respeto por sobre todas las cosas, ya que comprenden la levedad de la vida, comprenden la complejidad de la vida, comprenden que todo es simple y complicado y, más importante, comprenden que SIN DRAMA, NO HAY VIDA. No ese drama que crean los cahuineros, sino esa cuota perfecta de drama intelectual, ese drama en que se mezclan las relaciones humanas con el ser un ser humano con defectos y virtudes inalcanzables. Se entiende ese drama que crea el sarcasmo y la ironía y se entiende ese drama que crea el comprender que somos incomprensibles todos por igual, pues mentalmente, somos todos de distintas razas, pero amigos al fin.
      Es a ellos, a mis amigos, a quienes más extrañaré de todas las personas que no son mi familia, familia para la que no tengo más palabras que un “LO SIENTO, DEBO HACERLO”. Es a todos ellos a quienes extrañaré ahora… justo ahora que… destruiré el mundo. Ahora que debo hacer estallar esta gran masa de vida y porquerías.

Adiós, mundo cruel. Muere, mundo cruel.


*Cahuinero/Chaquetero: Persona que realiza comentarios malintencionados que provocan disensiones entre personas.