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lunes, 20 de junio de 2011

Pueblo Maldito


Pueblo Maldito

               Éramos la pareja más unida que podría existir en el mundo, pues nos amábamos como nadie pudo amar en esta vida y nos deseábamos el uno al otro, tanto como el mismo amor desea la carne; nos deseábamos hasta la agonía de dormir entre los brazos del mar, olvidándonos de la vida y sus demás elementos del vivir. Eso éramos, la pareja más unida que podría existir, mas nada hacía presagiar lo que ocurrió previo a lo que vivo el día de hoy, previo a la investigación que hoy llevo en conclusión y previo a la decepción y el dolor que siento el día de hoy.

               Con mi mujer, el día 27 de febrero cumpliríamos trece años de matrimonio, feliz y próspero, con una hija de seis años, Alicia y un pequeño de tres años, Alexander. Debimos tener un hijo, que el mismo día 27 hubiera cumplido once años, pero falleció a dos días de su nacimiento, fue una fuerte y crítica situación que nos costó superar. Bebimos y comimos mucho dolor durante unos años hasta decidir tener un bebé, hasta sentirnos recuperados, hasta sentirnos capaces de ser padres de verdad, entonces nació Ali, aun con algunas dudas, preferimos esperar un poco hasta tener al próximo, hasta que nació Lex.

               Sin embargo, fuimos siempre felices, a pesar de habernos costado superar la pérdida de nuestro primogénito, siempre tuvimos las fuerzas para seguir adelante, de hecho nuestras vidas siguieron casi con normalidad; los mismos trabajos, las mismas personas, mucho sexo y mucho amor -que nótese ¡NO SON MISMO!-, lo único distinto era que usábamos condón al tener relaciones y que Constanza (Coni) y yo debimos asistir a algunas sesiones de pareja por algún tiempo, algo de psicología por eventuales traumas que pudiéramos tener -¡dicho trauma nos hacía USAR CONDÓN!-, pero por lo demás, todo seguía normal.

               En ese ámbito de normalidad, fue el día 24 de febrero cuando yo sólo quería llegar a mi hogar y besar a mi mujer, saludar a mis hijos y luego llevarlos a jugar al parque, tal y como se los había prometido el día anterior. Fue ese día cuando salí del trabajo -la comisaría local- y camino a mi casa, en compañía de Oscar, mi mejor amigo y capitán de la zona, que como de costumbre pasaríamos por la panadería de Don Pedro, mas él decidió volver a buscar unas cosas olvidadas en su oficina, por lo que yo compré el pan y esperé en la esquina del almacén, cuando de repente se escucha a lo lejos un ruido muy fuerte, un cañonazo potente y abrumador, como un trueno desesperado por liberarse de las ataduras del cielo y con un eco estremecedor y amplio. Sólo corrí hasta el cerro, que es de donde pensé que podría venir dicho estruendo, mientras llamé por el radio pidiendo que si había alguien en la zona por favor revisara y se encargara, también avisé que iba en camino.
               Llegado al lugar, un tanto cansado porque en el pueblo nunca pasan cosas por las que deba preocupar mi físico, encontré el cadáver de una mujer, era la esposa de Oscar, fue algo terrible e inesperado, tenía un agujero de bala con quemaduras en el cuello y heridas de pelea, además tenía el vestido todo rasgado. Mi primera impresión fue que la intentaron violar, ella se defendió y en medio de un gran forcejeo el tipo terminó disparándole y salió corriendo, puesto que también había huellas que denotaban una fuerte carrera. Luego, sólo atiné a llamar a Oscar a su móvil para pedirle que fuera al lugar y que se preparara para lo peor. Me costó contarle antes de que viera la escena del crimen, se puso muy mal y lloró mucho, luego, mantuvo la calma un instante y llamó a los forenses y a investigaciones el mismo, me sorprendió su valentía, y le ofrecí mi apoyo en todo.

               Desde la capital dieron la orden de que Oscar no podía participar del caso y que quedaba liberado por el momento de sus actividades, que tomara un descanso y se preocupara de los trámites de la cremación y la ceremonia. Mi amigo solo pudo acatar la orden, mientras yo proseguí la investigación y me propuse no informarle nada hasta que el caso estuviera resuelto y darle al asesino para que el mismo lo entregara a ‘La Fuerza’.
               El día 25 por la mañana, tuve una cita con la forense y me explicó que los peritajes indicaron que las heridas fueron hechas por una mujer y que había pelos femeninos que no correspondían a la víctima bajo el vestido; todo eso hizo que de inmediato cambiara mi tesis, y pensé que tal vez las huellas en la arena no tenían nada que ver con lo que pasaba, más miles de ideas que pasaron por mi mente, pero una con mayor fuerza que las demás; tal vez Oscar, que era muy coqueto y picaflor con todas las mujeres, tenía una amante y ella en algún ataque de celos, remordimiento o simple rencor mató a su esposa. Mi mente vaciló un momento, pues yo había decidido no inmiscuir a Oscar en esto, mas al final decidí preguntarle de una vez y saber si podía estar o no en lo cierto. Él me comentó que tenía una amante pero que era imposible que ella hubiera sido la culpable, pues estaba fuera del pueblo y ya había confirmado la coartada, decidí dejarlo hasta ahí en ese momento, y comencé a interrogar a todas las conocidas de la difunta, una a una, hubo un par que le guardaban un poco de rencor, pero no creí que fueran capaz de hacer algo así y pedí que analizaran el ADN de la supuesta culpable con el de ellas y una mujer que me pareció sospechosa y que no tenía coartada. Resultó que ninguna de ellas era, eso era lo que tenía hasta el día 26, junto a una nueva pista: en el peine de la víctima, tras el cateo a la casa de Oscar, habían pelos de la sospechosa, lo que me hizo intuir que la culpable fue una mujer muy cercana a ella.
               La mañana del 26 hice contactar a todas las mujeres que se habían visto en la casa de ella entre el 15 y el 24 de febrero. Coni estaba en ese montón e interrogué a todo ese grupo, acto seguido, pedí el análisis de ADN de todas, no podía dejar nada al azar. Al medio día del 26, me llama Oscar a mi celular, quería hablar conmigo, su voz se notaba muy extraña, entre penosa y preocupada. Lo que me contaría sería algo que me dejó perplejo ante la sorpresa. Su noticia hizo que mis primeras sospechas florecieran, pero... me hacían el hombre más triste de este planeta. Me dijo que su amante nunca estuvo fuera del pueblo y que me había dicho eso porque no creía que ella fuera la culpable, además no quería delatarla, no quería delatar a Coni... si, según sus palabras, Coni era su amante.
               Me sentí muy mal pero debía continuar sin decirle nada a ella, no podía contarle que ella era mi principal sospechosa. Sólo podía esperar a los resultados del examen de ADN que estarían listos en una o dos horas más. El problema, para mí, fue que efectivamente el pelo del peine y el pelo que se encontraba entre el cuerpo y el vestido de la víctima... era el pelo de Constanza, mi mujer. Tuve que informar de inmediato a mis superiores y la hicieron apresar de forma preventiva, hasta probar que ella fuese o no la culpable.
               A pesar de que nunca me imaginé que algo así fuera a ocurrir alguna vez, creí completamente lo que pasaba, creí que mi mujer me era infiel con mi mejor amigo y creí además que ella, mi mujer, había matado a una de sus mejores amigas por celos que ni siquiera eran por su esposo... o sea, por mi... sino por Oscar, mi mejor amigo.
               Me tocó el turno de la tarde en la comisaría y ella estaba en el calabozo, me hablaba y repetía una y otra vez que todo era mentira, que ella no tenía ningún amante y que no había matado nunca a nadie. Yo mientras tanto, me sentía mal, me sentía como un estúpido y como un ‘pobre weón’. A las 15 horas, llega Oscar, con el que tuve una fuerte discusión, mientras Coni guardaba silencio absoluto. A Oscar le di un fuerte golpe en el ojo derecho y se sentó sin pronunciar más palabras, me escuchó atentamente mientras yo le regañaba y le sacaba en cara una amistad de toda la vida... mientras le sacaba en cara que era el peor amigo que podría existir.
               El mismo día 26 cerca de las 19 horas, decidí revisar los antecedentes, las evidencias y fotografías de la escena del crimen y mi sorpresa fue extrema al notar que no habían rastros de mujer, es más los rastros de hombre que parecían arrancar del lugar habían llegado dos veces. Me explico, una persona llegó al lugar, luego por alguna razón desconocida, salió corriendo del lugar para luego volver; esto lo afirmo porque cuando llegué al sitio del homicidio, no había ese segundo rastro, sino que esa persona había llegado y se había ido corriendo. NADA MÁS.
               Mi mente empezó a maquinar de maneras inexplicables, nunca había pensado tanto, nunca había participado de un caso de homicidio, menos pensé alguna vez hacerme cargo alguna vez de la muerte de un ser querido, pues estimaba y quería mucho a esa mujer que, como yo, no era culpable de nada en este asunto. Pero por todos los pensamientos que llegaban a mi mente, llegaba una idea que me decía, en si misma, que eso no era, o simplemente aparecía una prueba que lo refutaba de manera tajante. Alrededor de las 20 horas del mismo día 26, aun seguía en el laboratorio con las evidencias en el escritorio y en compañía de dos oficiales más, cuando recordó algo mi mente: de todos los que llegamos a la escena del crimen, uno debía ser el asesino, ya había encontrado coartada para todos, pero en ningún momento se me ocurrió que podría ser él. ¡OSCAR HABÍA LLEGADO LUEGO AL LUGAR! Si, ahora él también era sospechoso y mis compañeros abalaron mi teoría, entonces revisamos las cámaras de seguridad de la comisaría y revisar si había vuelto a su oficina a buscar aquello que había olvidado el día del crimen, pero no había nada. Es probable que haya escuchado el disparo antes y haya corrido hacia el cerro. Partimos rumbo a su casa a verificar su calzado, si coincidía con las huellas, ¡ERA NUESTRO!

               Efectivamente el calzado era de Oscar, decidimos buscarlo, mas no lo encontramos por ninguna parte y ya a las 23.30 horas pedimos refuerzos. Reunimos por lo menos 42 efectivos buscándolo por todo un pueblo que no es para nada grande y a lo mucho tiene 5.000 habitantes, efectivos que por lo demás pertenecían a 3 pueblos en total y en conjunto con bomberos, rescatistas marinos y civiles que querían ayudar a terminar con todo esto realizamos la experiencia.

               Ya el día 27, a eso de las 3 de la mañana, cuando todos seguíamos con la búsqueda, decidí ir a los calabozos a verificar que Coni estuviera bien y de ser posible, me diera información para poder encontrarlo, pues se suponía que eran amantes y tal vez, sabría algo. Llegado al lugar, la interrogué y me seguía insistiendo en que ella no era culpable de nada y que le sorprendía que yo hubiera dudado de ella. Ahí comprendí que no eran amantes y que Oscar plantó la evidencia en su contra y descuidó un leve detalle en la historia. Pero aun faltaba algo importante, encontrarlo.
               Alrededor de las 3.33, mientras hablábamos tranquilamente ya y yo le pedía disculpas a Coni por lo estúpido y claro, sin poder liberarla aun, se escuchó un estruendo muy poderoso bajo la tierra, era algo fuerte... en menos de un minuto, la tierra comenzó a temblar, se comenzó a mecer todo, y ese movimiento se hacía cada vez más poderoso... se convirtió rápidamente en un terremoto, recuerdo como las ventanas se chocaban con los marcos una y otra vez, como los elementos caían por todas partes y como se escuchaba el vil, poderoso y fugaz sonido de la destrucción. Recuerdo como al lado derecho de la comisaría se reunían familias evangélicas y rezaban por piedad y la salvación. Recuerdo como gente gritaba en tonos tan desesperantes que hasta yo me paralizaba, que la tierra se abría en dos y que tenían miedo. Recuerdo como niños gritaban por sus padres y padres gritaban por sus hijos. El fin había llegado o... al menos eso pensé en ese momento. Pero cuando la tierra dejó de gemir y revolcarse en el espacio, nada había terminado; como imaginé era sólo el comienzo de lo peor, porque sin saber ya la hora, pasó una ola enorme sobre el pueblo, un tsunami de proporciones elevadas, una gigantesca, pura y salada lágrima nos roció con su desprecio.

               Desde ese instante en adelante sólo tengo vagas imágenes en mi mente que hablan de una lucha por salir del fondo del mar, un mar que simplemente era en lo que se había transformado la oficina de carabineros y sus calabozos. Recuerdo que intenté salir y ya había salvado a Constanza, no sé cómo... pero lo hice, salimos a flote y las aguas malditas y saladas nos arrastraban por el pueblo, un pueblo totalmente destruido, empobrecido y mojado por la naturaleza emputecida y enrabiada por la maldad del hombre. No sé cómo, en algún momento nos vi sentados sobre un bote que extrañamente navegaba con nosotros por el medio del pueblo inundado, mientras subíamos a más personas y al tiempo que las aguas volvían a su cauce normal, al mismo océano Pacífico que las llamaba con soplidos de viento, con silbidos de dolor y gritos de cadáveres que nos encontrábamos en el camino de agua y sal.
               Ya llegado el día 04 de marzo, me dispuse a seguir con la investigación y solicité que la búsqueda del asesino continuara. Y la única evidencia física que quedaba a salvo era la escena del crimen, ya todo lo demás se había perdido bajo el agua lo único que quedaba entonces era lograr que confesara el culpable. La búsqueda continuó sin bacilar por dos días, pero ni tan sólo su cuerpo fue encontrado y la investigación estuvo a punto de ser cancelada debido a pérdida de pruebas y posible muerte tras desaparición del sospechoso en medio del tsunami.
               Pasaron al menos 6 días para cuando llegó corriendo un bombero, conocido de Constanza, a la nueva base de la Policía conjunta de Carabineros y PDI. El hombre llegó gritando: “¡encontramos al asesino, lo encontramos!”, y acto seguido, una sonrisa esbocé de prisa y corrí junto a un oficial, tras el bombero que salió de prisa del recinto.
               Misteriosamente, Oscar había sobrevivido al terremoto y al tsunami, quedado atrapado en el tronco de un roble gigantesco, tal vez el único árbol que no se cayó en el extremo este del pueblo -haciendo la salvación de que al extremo oeste se encuentra el borde costero-. Tenía una pierna rota y al parecer no había comido nada, pues no pudo salir de allí y para no ser encontrado, el pedir auxilio no era una opción. Lo llevamos al cuartel, en donde fue interrogado y atendido por enfermeras que constataron sus lesiones.

               Constanza, me amenazó con el divorcio, mas nos reconciliamos rápidamente y decidimos que debía partir a la capital, con nuestros hijos para quedarse con su madre unas semanas, para acto seguido yo terminara la investigación.

               Sólo el día 10 de marzo pude entrevistar a Oscar y conversar distendidamente con él en la cárcel de un pueblo cercano, en la cual ya era un prisionero más. Primero, sin ser profesional, lo critiqué, lo reté y hasta lo humillé. Luego, le pedí que me contara todo y confesó el crimen, relatando lo acontecido. El día antes de que saliéramos juntos de la comisaría y en que todo ocurrió había planeado todo, pues decidió que al día siguiente pelearían para que ella, como de costumbre saliera a caminar por el cerro y que en ese momento se las arreglaría para llegar allí, matarla e implantar la evidencia en contra de Coni, que la obtuvo de mi casa y la de ellos. Así ocurrió todo, el día del crimen, Oscar tomo su arma de servicio, corrió al cerro luego de decirme que volvería a la comisaría, mató a su esposa, eliminó la bala del lugar e implantó evidencia en contra de mi mujer, corrió del lugar para no ser descubierto y luego de que yo lo llamé para informarle de todo, volvió y fue el último en irse, es por eso que quedaron sólo tres rastros de zapatos y no cuatro. Luego, para que la sospechosa tuviera motivos para cometer el asesinato, dijo que Coni era su amante.
               Golpeé a Oscar igual que ese día en la comisaría, pero con más ira y más fuerza, acto seguido, llamé a mi jefe, le pedí unos días libres y me dediqué a ayudar en la reconstrucción de escombros hasta que volvió mi Coni, con Alicia y Alexander, salimos de vacaciones unos días y descansamos, días en los que pedí un traslado, para salir de ese lugar, para no volver jamás a ese pueblo que tanto nos hizo sufrir en tan pocos días.

4 comentarios:

Tania Medina S. dijo...

Boris, te ha servido la estrategia de poner la opción de seguir bien a la vista!. Espero que siga subiendo esa lista (pero que no me supere, jeje) Besos***

Boris Edgard dijo...

joaujaouja, si, ha servido!!! pero tengo una pregunta... ¿POR QUÉ NO OPINAS DEL CUENTO? juajouaja
que es la primera vez que escribo algo así y necesito opiniones REALES... de verdad, ¿Qué piensas de él?

Tania Medina S. dijo...

Si, es la primera vez que escribes algo así. Y no sé si yo sea autoridad en lo que a cuentos se refiere pero la historia me parece buena anque creo que el final podría ser más impactante, más fuerte.

Besos***

Boris Edgard dijo...

como te dije, sospeché que sería así... pero no sé... la historia me guió sólo a ese final, por donde se le mirara sería así... aun que no sabía quién era el asesino al principio, jouajoaujaoja...
trataré de mejorar el final pa la otra... :P