Oscuros Colores
Tarde gris y tus ojos color
marrón,
lagrimeando incansables y
corriendo tu maquillaje oscuro y
reflejando el atardecer
carmesí como la sangre derramada.
Esa
mañana salí sin ánimos de salir. Esa mañana no debía salir, pero algo guiaba
mis pasos. Sólo quería tenderte una mano, como siempre lo hacía. Qué estúpido.
Caminé contigo de la mano y... no sé por qué al verte mal, decidí aumentar tu
dolor y te conté lo fatal: “tu hermana, mi amante”. Pero claro, tú ya lo
sabías, no eres tonta y yo lo sé. Aun así lloraste como si recién lo supieras,
tenías todo planeado.
Aun siento tu olor a café
y tus gritos llenos de petróleo
con un poco de musgos y corales
contrastando con la nada,
esa que construía agria, la
verdad.
Al
llegar a tu casa te vi correr sin mirar a tras y a ese gato negro volver a
cantar como un vil cuervo: “Nunca más!” Maldito animal. Tu hermana Adelle,
estaba sentada en el sillón, miserable como siempre, antes de morir. Llevaba
sensual una blusa color negro canción y un pantalón azul de mezclilla que armonizaba
con sus piernas que se despedían y... yo lo sabía.
Debí
contestar, pero el gato volvió a cantar “NUNCA MÁS!” y un arma empezó a corear
“PAFF-PAFF!”
Esposas con sangre en mis manos,
mis ojos morados en el retrovisor
y un oficial leyendo mis derechos
blancos.
Tú sonriendo la muerte de tu
hermana
y mi castigo eterno encerrado.
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