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jueves, 10 de febrero de 2011

Una dulce noche de otoño

Una dulce noche de otoño



LUNA Y HOJAS SECAS

   Era así un día cualquiera de mi vida. Un día de marzo, fin de mes, y no llevaba dinero conmigo. Caminaba en busca de una sensación, aquella que busco desde hace muchos años, esa que busco desde toda una vida.
Era así en aquel día, cuando encontré un sendero. El Sendero del Perdido. Sendero que comencé a caminar, así como lo hacía siempre, con miles de ideas en mi mente, con un rock and roll por cantar y un acto por hacer.

Erase un sendero de oscuridad total, uno que no podría olvidar, pues nunca sentí que mis ojos no vieran, ni cuando están cerrados y vendados, aun así siento que veo la oscuridad. Pero en este caso, no vi nada. Mi mente estaba perdida, sintiéndose extraña al palpitar de mi corazón que no tenía miedo, pero si, estaba muy extrañado, pues el mismo, con su bombeo, le busca explicación a todo. Ahora no la encontró.

Era así mi caminar, cuando escucho una voz. Al recordar mis lecturas, pensé que era mi Yo mismo. Pero medité, era una voz neutra, casi femenina. Ella, me decía muchas cosas. Hasta ahora las recuerdo.

- Hola Boris, vengo a tu auxilio, vengo por ti, quien tantas veces me dedicaste tus lecturas, tus poemas, tus cantares y sus canciones. Vengo por ti buen amigo mío. Vengo por un hombre que es capaz de ver la verdadera simpleza de mi ser, que no busca más allá del observarme.

- Eres mi musa, mi hermana, mi madre. Eres la mujer que no tiene sombra. Eres la hembra que tapa el sol. Eres la Bella, eres la Bestia. Eres el Bien y eres el Mal. Eres la Luna compañera mía.

- Pues si hermano, soy quien te espera todas las noches. Y vengo a iluminarte con mi belleza, con mi blancura y mi libertad. Con todo mi ser, ese que siempre te ha llevado hasta el clímax de la desesperación de no poder alcanzarme. Vengo para que veas en este sendero que nadie puede ver.


Era así como la Luna comenzó a guiar mi camino. Así. Así fue como comenzamos a hablar. Así ella me contó sobre el mundo entero, el cómo veía que todos descansaban, pero que bajo su luz había mucho mal, y que esperaba de todo corazón, que de día la cosa fuere diferente. También me hablaba de cómo era su relación con Dios y con el Diablo, me contó de su lucha, de sus irrespetuosidades, de cómo todo andaba al revés. Yo en respuesta, le hablaba de lo lindo que era el mundo, en otro mundo, no quería decepcionarla, no quería que llorara de pena, no quería que la Luna, mi Luna, perdiera su luz, su belleza, y mucho menos que perdiera su capacidad de inspirar a la humanidad que tanto le debe.

Era así como yo continuaba mi camino. Como caminaba, como miraba gracias a la Luna. Era así como podía ver los Árboles del sendero que eran verdes. Como pude ver que comenzaron a mirarme, como vi, cuando escuché, que comenzaron a gritarme. Los Árboles del sendero que eran verdes, intentaron asustarme, querían aterrorizarme. Mas no me asusté. Me sonreí. Hay cosas en la vida que no pueden asustar, y un Árbol que te mire, te grite y mueva sus brazos-ramas, no lo logra. Pues estos Árboles eran grandes y fornidos, me daban más confianza que la que me dan los perros. Me inspiraban hasta un poco de ternura, el verlos como demostraban que tienen vida, que sienten. Sienten así como el copito que soplas y salen volando pelusas. Cómo sufre ese copito que soplas y vuelan sus pelusas. Es terrible. Se desprenden sus extremidades para hacernos felices. Así como los Árboles, pero ellos lo demuestran.

Era así como los Árboles que me miraban, me gritaban e intentaban asustarme me vieron. Me vieron como amigo. Me vieron como alguien que los estima y los admira y los observa y los quiere.

Era así como comencé a hablar con los Árboles, como ellos comenzaron a hablarme. Así. Así mis nuevos amigos comenzaron a llorar. Mis amigos lloraron por la simpleza de la amistad. Ellos vieron en mi lo que nunca vieron en un humano. Vieron a alguien que los quiere, y que simplemente los observa, alguien que los utiliza como Dios manda, pero que no se excede. Vieron en mí a un rey que les lava los pies, que los cuida, como siempre debió ser. No vieron en mí a ese rey dictatorial que los corta para satisfacer su propia belleza. Ellos vieron en mí un escritor de romances en sus cortezas, vieron en mí quien plasma sus sentimientos en su manto. Y ellos lloraron por mí. Y ellos lloraron para mí. Y ellos me regalonearon. Y ellos me regalaron sus hojas.

Era así como comencé a ver la magia. Vi como de sus copas Hojas caían. Como caían Hojas Secas. Era hermosa, comenzó el romance, era perfecto. Estuve parado un tiempo muy largo. Estuve parado mirando un tiempo indefinido. Estuve parado. Mirando. Estuve queriendo ser el Viento para jugar con aquellas Hojas. Estuve queriendo ser el suelo, para sentir como todas caían sobre mí. Estuve queriendo ser yo mismo mirando.

Era así como yo quería ser yo con las Hojas Secas. Hubo así, un momento, cuando ya los Árboles, tristes de tanta alegría del llorar, quedaron sin Hojas. Quedaron inundados en el pasaje de la espera. Los Árboles quedaron felices por comenzar una nueva etapa de florecimiento, esa etapa que es tan bella, tan magnífica, que sólo es opacada por el caer de las Hojas. Un caer de las Hojas Secas que maravilla. Que maravilla no sólo en su caer, sino en su tronar. Un sonido hermoso, magnifico. Un regalo de mis amigos Árboles, para nosotros, para mí. Un regalo para mí. Un regalo que me enamora, un regalo que recibo con mi corazón.

Era así como seguí caminando. Seguí feliz por el sendero, pues mi amiga Luna me acompañaba, mis amigos Árboles me acompañaban. Y tenía a mis pies Hojas Secas. Hojas que en mi caminar cantaban, una linda melodía de truenos, de Dioses y musas. Hojas que en mi caminar cantaban, una linda melodía de cóndores, huemules y copihues. Hojas que en mi caminar cantaban a la vida. A la vida que nos grita que vivamos, porque si no vivimos… morimos. Tan simple como eso. Un grito callado en un viento que susurra, en una lluvia que moja. Las Hojas Secas cantaban a mi corazón, y hasta hoy lo hacen, pues ahí están. Y ahí se quedarán. Se quedarán por siempre en mi corazón amadas Hojas Secas.

Era así como yo oía sus cantos, los cantos de las Hojas Secas. Mas nada es perfecto, y se comenzó a nublar el cielo, todo comenzó a oscurecerse. Y así, perdí contacto con la Luna por aquella noche. Aun que siempre le hablo, hasta el día de hoy, ella se ganó un lugar en mi mente, para siempre, me acompaña y le sigo inventando mundos diferentes. Mundos perdidos en la mentira de mi ser. Perdidos en la mentira de la literatura de mi corazón y de otros autores medios locos. Pero eso es otro cuento.



LLUVIA

    Era así como continué caminando. Aun mi hermana Luna me daba un poco de su resplandor. Una tenue luz muy agradable y sensual. Y aun las Hojas Secas melodizaban mi camino. Mi camino, que se tornaba agradable, pues apareció una brisa fría, que recorría mis mejillas y mis manos, una brisa que me invitaba a bailarle. Una brisas de esas que encantan. Que congelan el ser y mojan tu nariz. Una brisa que majestuosamente suspiraba.

Era así como la brisa me comenzaba a tocar suavemente con la punta de sus dedos me rozaba. Era un regocijo, que de pronto me hacía escuchar como me tocaba el frío de las aguas del cielo, pues mis orejas sintieron el cálido escalofrío del placer de la Lluvia. Mi cuerpo comenzó a mojarse por completo.

Era así como abrí mis brazos, cerré mis ojos, y levanté mi cabeza. La Lluvia comenzó a conquistarme, a encantarme con sus roces, con sus caricias. La Lluvia comenzó a penetrar mi cuerpo. A recorrerlo completamente. La Lluvia comenzó. Yo sentí a la Lluvia.

Era así, como después de un rato, la Lluvia ya no se sentía fría. La Lluvia se volvió cálida, tibia y apasionada. Conquistó todo mi cuerpo. Y así fue como durante horas me recorrió. Y así fue como durante horas conquistó todo mi cuerpo. Me regocijó en su calidez tan fría, pero a la vez tan tibia. Esa lluvia que recorría mi cuerpo comenzó a desnudar lo que quedaba de hojas en los árboles. Las hizo caer de golpes en el suelo. Me dio pena. Mas en ese momento poco me importó, pues estaba sucumbido en el corroído andrajo de la lujuria fría, estaba incesto en el descontrol de la alegría. Me vi. Me vi envuelto de agua. Me vi descontrolado.

Era así como entré en razón. Aquello debía terminar. Era así como por primera vez tuve contacto con Dios:

- Padre mío, os pido un deseo a vuestra consideración. Tomad mi alma si deseáis, mas aleja de mí esta lluvia, que a pesar de que me gusta y me apasiona, arruina el amor que ciento por estas hojas. Por favor os lo pido. Y espero que tu misericordia alcance para este mortal, que solo os pide que lo ayudéis a cumplir con tu mandato. No pecar es el fin de mi deseo.

- Pobre mortal –contestó Dios – ¿No sabéis acaso que me debéis pedir y no desear?

- Señor Jesucristo, solo os pido un favor. Si deseáis me lo concedes, mas no puedo hacer nada si nunca me criaste a cómo quieres que sea.

- Pues joven muchacho, hijo de Víctor y de María, hay una sola que os puedo conceder.


CÉSPED HÚMEDO Y UN ÁRBOL

   Era así como vi que mi deseo se cumpliría. O al menos aquello pensé. Pues Dios dijo que había una cosa que me podía conceder.

Era así como vi que mi deseo se frustraba. Pasaba el tiempo, y la Lluvia seguía cayendo. Pasaba el tiempo y comenzaron a sonar tremendos truenos, poderosos truenos. Pasaba el tiempo y llovía. Sólo llovía. Yo, a pesar de mi pena, algo me mantenía atento, era esa Lluvia que me recorría.

Era así cuando seguí mi camino, y comenzaron a aparecer las bestias. Aquellas a las que el hombre les teme, y que vienen luego del trueno. Los gritos. Sentía. Escuchaba la Lluvia, escuchaba los truenos, y escuchaba los gritos, escuchaba como gente, que no sabía dónde se encontraba, gritaba. Como esa gente gritaba, hacían retumbar mis tímpanos, hacían retumbar mi cerebro.

Era así como caminaba con mis manos sobre mis orejas, tapándolas, aplastándolas, queriendo extirpármelas. Era así como caminaba y no sabía qué hacer. Y era así como caminaba y comenzaban a aparecer los más trágicos recuerdos. Vi cuerpos, vi un precipicio. Caminé hacia él, quise lanzarme, y una voz me detuvo. Esa voz tan familiar que ahí escuche. Aquella voz que allí escuché, era la Luna. Mi hermana Luna. Ella me incitó a retroceder. Le obedecí. Me quedé parado.

Era así como estaba parado y el Viento soplaba en mi contra. Y mientras en mi contra soplaba el Viento, se hacía más fuerte su rumbo. Y mientras su rumbo se hacía más fuerte, la Lluvia comenzaba a caer con más ímpetu. La Lluvia quería botarme. El Viento quería botarme.

Era así como estaba casi parado y el Viento y la Lluvia conspiraban en mi contra. Yo me resistía a más no poder y seguía el calvario. Mientras me resistía a caer aparecieron los rayos. Mientras me resistía a caer cayó un rayo a mi lado. Mientras me resistía a caer. Aquel rayo que cayó a mi lado fue el inicio de todo. Cayó un rayo tras otro. Aparecieron animales, primero perros malavenidos, desastrados con la tormenta, luego toros endemoniados, y al final cuervos negros y de ojos tan brillantes, que atemorizarían a cualquier ser sobre la Tierra, y bajo de ella.

Era así como intenté huir, mas nada había en mi camino para desviarme. No había más caminos. Comencé a correr. Busqué un camino, un refugio, mas nada había en mi camino para protegerme.

Era así como decidí resignarme, era así también como decidí ser yo. Me armé de valor. Comencé a caminar, contra el viento y la marea de males. Comencé a caminar. Decidí buscar la luz de la Luna, decidí encontrar el maldito sol. Decidí ser yo. Dije: “Siempre vuelve a hacer frío, no debo preocuparme. Ya pasará.”

Era así como caminé. Y vi. Y vi. Y vi. Lo vi. Vi el pasto. Vi el Césped Verde y Húmedo. ¡Já! (exclamé) decidí no burlarme de Dios. Seguí caminando. Caminé y vi. Y vi. Lo vi. Un Árbol, de frondoso forraje, verde y grato, especial para cubrirme de esa bella tormenta. Me escondí, no fue muy valiente. Pero fue muy inteligente. Ese Árbol y ese Césped Húmedo, me ganaron. Confié en ellos para vaciar mi tranquilidad. Y dormí con mi tranquilidad fuera de mi cuerpo, durante horas. Lo abracé, y lloré.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

este escrito es el mejor que has publicado en este blog... solo me gustaría que un día ya no tuvieses que mentirle a la luna... que el hermoso mundo que dibujas para ella fuese de verdad... y que la lluvia no dañara las hojas secas, pues simplemente no hay existe algo en el mundo que se compare con su belleza, con su sensual caída y con su estruendoso sonar... también quisiera que la lluvia siguiera callendo, siguiera limpiando las mentes y las almas de quien deside dejarse mojar, entro en el mismo dilema que tu... las hojas secas me deslumbran, pero la lluvia también es irresistible... aun así no creo que exista en el mundo un mejor consuelo que un césped húmedo y un gran árbol que este ahí para cobijarte... para recibir tus lágrimas al ver que la lluvia destruye a tu amadas hojas secas...=)

Boris Edgard dijo...

lástima que no pueda borrar tu comentario Tati, de verdad que no creo que sientas eso...

(si no es Tatiana, perdóneme...)

Tania Medina S. dijo...

Un buen escrito, se ve el progreso de tu trabajo a lo largo del blog... me gusta tu narración, me transporta...

Besos***

Boris Edgard dijo...

gracias Tania :D necesitaba tu comentario... ^^