Pero ya en Niebla...
En Valdivia fue todo perfecto, ver toda esa naturaleza incluso en medio de una ciudad hace que uno de verdad valore ese tipo de instancias, porque son pocos los lugares urbanizados que te logran encantar con lo verde, con un río dentro o con todo lo que puede significar una ciudad para enamorar. Pero ya en Niebla, la sensación se vuelve indescriptible. La emoción viaja desde de los pies a la cabeza, pasando fuertemente por el corazón y el alma, habiendo un instante en que sentí un escalofrío tremendo, justo cuando la abracé en uno de los fuertes mirando la playa, mientras pasó un ave, de esas que parecen halcones, pero no lo son... sentí como que volaba con él, que yo era él y que ella me acompañaba. Sentí como que yo era él, sentí que yo era el viento, rompiendo el agua y corriendo sobre ella, levantándola y rosándola.
Y por momentos me sentí en tierra, cuando ella me despertaba con sus palabras, pero cuando la callaba de un beso, me volvía a sentir en las nubes. Era genial, hermoso.
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