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lunes, 24 de junio de 2013

La bella cajera del bar


La bella cajera del bar

No sé cómo, pero me vi allí sentado, en una mesa para uno, sosteniendo una copa de whisky con una mano y con la otra un cigarrillo. Me vi allí y no sé cuándo, pero sólo sé que estaba coqueteándole a la bella cajera del bar. Ella cada tanto me sonreía haciéndome sentir matador y: ¡Dios! Cómo me subía el ánimo eso, luego de haber terminado hace un par de horas los trámites del divorcio con mi ahora ex esposa.
Ella, la bendita cajera, me hacía sentir que la tendría entre mis brazos esa misma noche y yo terminaba ya mi segunda copa de un whisky canadiense exquisito. Me disponía a pararme y preguntar a que hora terminaba todo esto para irnos de ese lugar cuando ella saca un arma desde debajo del mesón y apunta a un tipo que estaba a lo lejos mientras otros dos hombres se paraban y apuntaban, uno a ella y el otro al mismo hombre que ella apuntaba. El hombre, que estaba a lo lejos del bar y que era apuntado por dos personas diferentes se levantó lentamente y sacó dos armas también, apuntando a los dos tipos que se pararon antes que él. Yo estaba a allí, como un burdo espectador de una obra a la que no quería asistir, inmóvil y sin ideas.
La cajera salió de su lugar y por de bajo de su falda tomó otra pistola, con la que apuntó al tipo que la amenazaba a ella.
El tipo solitario me miró. Vi en sus ojos su cero temor a la muerte o quizás era resignación. Me guiñó un ojo. Miré a la cajera e hizo lo mismo y se acercó a mí, gritó: “púdranse bastardos”, y disparó. La bella cajera de ese bar apretó el par de gatillos sin titubear, rápida y tiernamente. Simultáneamente el hombre solitario entendía el plan, él sabía que debía morir y disparó al tipo que ella no disparó.

Tres hombres murieron esa tarde. Un hombre perdió el miedo. Una mujer se convirtió en  la única mujer a la que podría llegar a temerle en mi vida. Y dos personas tuvieron sexo descontrolado y sin preocupaciones esa misma noche.

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