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lunes, 1 de julio de 2013

El Avión de Papel



El Avión de Papel

                Hacer veinte mil diseños y llegar siempre al mismo, al más básico y al con más sentido. Hacer veinte mil aviones de papel para que el primero y el último sean exactamente iguales.
                Hacer veinte mil diseños de aviones de papel y en cada uno escribir que tu sonrisa es la que enamoró al sol y lo hizo huir y esconderse tras las nubes para que no lo vieras ardiendo en rubor, escribirlo en cada uno de veinte mil maneras distintas y con veinte mil colores diferentes, pero que aun así, sólo el primer y el último avión, con la primera y la última forma de escribir que tu sonrisa es la que enamoró al sol y lo hizo huir y esconderse tras las nubes para que no lo vieras ardiendo en rubor y el primero y el último color utilizado para escribir que tu sonrisa es la que enamoró al sol y lo hizo huir y esconderse tras las nubes para que no lo vieras ardiendo en rubores increíble.
                Cuando concluí de escribir que tu sonrisa es la que enamoró al sol y lo hizo huir y esconderse tras las nubes para que no lo vieras ardiendo en rubor por veinte mil-ava vez, con el veinte mil-avo color en el veinte mil-avo avión de papel que diseñé, noté por fin cómo debe ser todo esto: nuestro amor debe ser simple y fugaz como el vuelo de un avión de papel, pero aun tiempo perpetuo como el diseño de este avión.

                Cuando terminé el veinte mil-avo avión de papel, leí en él que decía claramente y con bellas palabras que tu sonrisa es la que enamoró al sol y lo hizo huir y esconderse tras las nubes para que no lo vieras ardiendo en rubor, con un color tan penetrante e inalcanzable para la imaginación que sólo pude hacer una cosa: estudiar física aeronáutica para poder doblar su punta de tal forma que al lanzarlo desde un sexto piso fuera capaz de virar en 360° y me pasara a buscar para que yo mismo, cual Otto el Piloto, lo piloteara.
                Luego de haber estudiado física aeronáutica para poder lanzar el avión de papel que dice que tu sonrisa es la que enamoró al sol y lo hizo huir y esconderse tras las nubes para que no lo vieras ardiendo en rubor, con un color tan penetrante e inalcanzable para la imaginación para que al doblar su punta de tal forma que al lanzarlo desde un sexto piso fuera capaz de virar en 360° y me pasara a buscar para que yo mismo, cual Otto el Piloto, lo piloteara, lo lancé y voló... y voló mucho, pero en línea recta, puesto que olvidé doblar su punta. Primer intento fallido.
               
                Finalmente, tomé el avión de papel del suelo, miré las miles de hojas de mis miles de libros sobre física aeronáutica y mis dibujos con cálculos y garabatos y doble su punta, acto seguido, lo lancé nuevamente y con esperanzas y sueños de locura y canciones. Esta vez, el avión de papel, cuyo corazón rayado decía que tu sonrisa es la que enamoró al sol y lo hizo huir y esconderse tras las nubes para que no lo vieras ardiendo en rubor con un color tan penetrante e inalcanzable para la imaginación, voló en perfectos 360°con una pequeña baja en su altura y 30 cm delante de mí. Salté sobre él y cual Otto el piloto, lo piloteé, lleno de esperanzas y sueños de locura y canciones.

                Ya volando, lleno de esperanzas y sueños de locura y canciones y piloteando cual Otto el piloto este avión de papel, cuyo corazón rayado decía que tu sonrisa es la que enamoró al sol y lo hizo huir y esconderse tras las nubes para que no lo vieras ardiendo en rubor con un color tan penetrante e inalcanzable para la imaginación, tenía claro mi destino: TROPESAR CON TU VENTANA, ROMPERLA Y DEBASTARLA PARA PODER ENTREGARTE MI CORAZÓN Y ESTE AVIÓN DE PAPEL. Pero antes debía llenar el resto de los espacios de papel con cosas interesantes y con contenido de verdad. Es por esto que me dispuse a volar por el mundo y encontrar los mejores presentes para ti, amor.

                Mi destino inmediato fue recorrer el océano pacífico, por toda la costa sudamericana, deteniéndome exclusivamente en Isla de Pascua, en donde llegué casi sin problemas y en donde fue todo casi como un viaje al pasado, puesto que me encontré con la celebración anual de la competencia del hombre pájaro. Aquí primero creyeron que yo era un enviado de los Dioses, por llegar en dicho momento y volando de una manera muy extraña, por lo que enviaron al hombre más capacitado, al mismísimo Tangata Manu (u hombre pájaro en su lengua), quién había ganado recién la competición, donde tubo que cruzar nadando desde un pequeño islote frente a Rapa Nui, de regreso a la Isla Grande y trepar el acantilado marino a su cima. Un gran hombre, imagínate me hubiese golpeado él, creo que no hubiera podido contarte esto. Al final, el Tangata Manu, con la misma tinta natural con que tiñó su cuerpo para competir, dibujó el símbolo de su triunfo en el interior de mi avión de papel y luego de una comida muy organizada y festejada, me despedí entre bailes de despedida con las chicas más lindas de la Isla y música interpretada por las mejores voces del mundo.

                Luego de una emocionante aventura en Rapa Nui, emprendí el vuelo hacia Australia y porque sé que te gustaría ir algún día así, me traje algo muy especial de por allá: la sombra de un bebé canguro y su madre. Por qué su sombra y no a los animales mismos, te preguntarás y, bueno querida, la respuesta es muy simple y se resume en la aventura que allí viví. Cuando llegué a Australia, luego de cruzar el Océano Pacífico en mi avión de papel, cuyo corazón rayado decía que tu sonrisa es la que enamoró al sol y lo hizo huir y esconderse tras las nubes para que no lo vieras ardiendo en rubor con un color tan penetrante e inalcanzable para la imaginación, vi mucha gente correr, muchos animal y los observé desde los cielos. Los miraba mientras hacían la vida como si nada a su alrededor estuviera pasando y al mismo tiempo, pendiente de todos. Noté que en Australia los humanos llevan una vida tan similar a la de los animales, con menos preocupaciones y más libertades. Me gustó Australia. El caso es que, mientras observaba tantos seres viviendo con libertad y guiándose por si mismos, me fijé en una especie en particular, en una especie que tenía la fortaleza y la delicadeza de defenderse de lo que sea y a la vez siempre con el cuidado y la sutileza de poder estar siempre cuidando seres débiles e indefensos como lo son sus bebés. Noté que los canguros son seres tan libres y bellos, que en sus movimientos ellos sólo vuelan, flotan en el aire mientras van tocando el suelo para recordad cuán cerca están de él. Se mueven con belleza y gallardía, mezclado con un poco de elegancia y quizás una pisca de rudeza. Así fue como decidí bajar hasta donde había una especie de colonia de canguros que jugaban. Me miraron extrañados, pero sin miedo, pero con respeto. Saben los canguros que el ser humano puede ser peligroso, pero afortunadamente estos supieron adivinar mis intenciones y me recibieron con cuidado. Jugué con bebés canguros por horas y hubo un momento en el que, sin darme cuenta, iba en la bolsa de uno de los canguros, volando. Me sentía aun más libre que en mi avión de papel y, mientras disfrutaba de la libertad, noté algo muy particular: LAS SOMBRAS DE LOS CANGURAS DISFRUTAN DEL VIAJE, se ríen de la emoción de correr, volar y saltar, de imitar los movimientos audaces de estos animales. Era espectacular. Y entre todas las sombras, había un par en particular que me agradaba mucho, era la de una mamá canguro con su bebé que corrían al final de la manada, tranquila, liviana, audaz y despreocupadamente. El bebé me sonreía de tanto en tanto y me hacía señas.
                Cuando la carrera se detuvo, el bebé canguro se me acercó junto a su madre y sus sombras me sonreían, me hacían señas, querían seguir volando por el mundo, pues ya no eran para seguir volando sólo por sus tierras, querían algo más y... decidí dárselos. Justamente andaba Eliza Thornberrys en Australia y como yo sé que habla con animales, le pedí que les dijera a los canguros que me llevaría sus sombras para darles libertad, más de la que ya tenían y la mamá canguro me autorizó con lágrimas en los ojos, pero feliz por la oportunidad. Así que la sombra del bebé canguro y su mamá me acompañaron y subieron a mi avión de papel, cuyo corazón rayado decía que tu sonrisa es la que enamoró al sol y lo hizo huir y esconderse tras las nubes para que no lo vieras ardiendo en rubor con un color tan penetrante e inalcanzable para la imaginación, y emprendimos el vuelo rumbo a nuevos lugares por recorrer.

                Mientras volaba, noté lo felices que iban la sombra del bebé canguro y su madre volando en el avión, llevaban cara de felicidad y eso, al parecer, nos hacía volar más rápido, eran tan livianos e increíbles que yo iba encantado en nuestra nueva dirección. Recorrimos muchos lugares, subimos por Indonesia hacia el norte, pasando por Filipinas y luego Taiwan hasta Japón, luego en dirección oeste pasamos por las Coreas y China, bajé hasta India y fuimos a Rusia, pasando por muchos países y mucho desierto, claro. De esos lugares, todos los países que recorrí hasta Rusia, tomé algunos recuerdos para ti, pero todos relacionados con símbolos de amor.
                Por cierto, en medio de mis aventuras por esos lares, cuando estuve en Japón tuve una aventura extraordinaria: PELEÉ JUNTO A GOKÚ PARA SALVAR LA TIERRA, pero esa es otra historia, ya te la contaré amor.
                Volviendo a la historia, luego de estar en Rusia, hice algunos trámites pendientes que tenía con la KGB y me dirigí al norte del mundo, a los países más espectaculares que puede haber. Fui directo a Dinamarca, Finlandia, Suecia, Islandia y Noruega. Esto países los visité con un solo fin, encontrar un retrato mío que andaba perdido desde hace siglos, bueno, dos fines, pero el otro te lo explico luego. Volé mucho en mi avión de papel, cuyo corazón rayado decía que tu sonrisa es la que enamoró al sol y lo hizo huir y esconderse tras las nubes para que no lo vieras ardiendo en rubor con un color tan penetrante e inalcanzable para la imaginación, hasta llegar a encontrarme con una familia muy antigua, que según me contaron los lugareños, eran los últimos Vikingos de tomo y lomo de la tierra. Ellos sabían que yo llegaría y me estaban esperando con un festín vikingo impresionante, con carne de alce y mucho hidromiel, música por todas partes, todos bebiendo, saltando cantando, algunos luchando, otros gritando y bailando. Era todo espectacular. Además, me esperaban con lo que yo andaba buscando: MI RETRATO, el que fue hecho mucho antes de que yo naciera, pero que fue creado especialmente para mi y para que siguiera haciendo lo que mejor sé hacer. El retrato me tenía a mí cuidando en mi interior a una pequeña jirafa, un pequeño lobo y un pequeño oso, simbolizando lo que mi nombre significa: EL OSO QUE PROTEGE A LOS SUYOS CON EL CORAZÓN. El retrato estaba hecho con algo muy especial también, estaba hecho con cenizas de cuerpos bárbaros no tan bárbaros, las que se extrajeron en esas hermosas ceremonias fúnebres que ellos tienen, en donde queman a sus difuntos en barcos funerarios junto a ofrendas importantes y sus pertenencias (incluso sus esposas) lanzándolos al mar y prendiéndoles fuego para ensalzar su grandeza y para ser guiados al Valhalla, en donde disfrutarían de todas sus riquezas y la buena vida del guerrero.
                Quería quedarme para siempre ahí, pero no podía. Decidí emprender mi rumbo y puse el retrato en el Avión de Papel, cuyo corazón rayado decía que tu sonrisa es la que enamoró al sol y lo hizo huir y esconderse tras las nubes para que no lo vieras ardiendo en rubor con un color tan penetrante e inalcanzable para la imaginación, para comenzar el vuelo, el cual no duró mucho, pues sólo subí más en el mapa, un poco, para llegar al Círculo Polar (la otra cuestión que me llevaba a los países nórdicos), precisamente a la Laponia Finlandesa en donde sólo puedo guardar el recuerdo de estar dentro de aquel mítico lugar y haber observado, como pocos, dos días y una noche, en donde no hubo oscuridad en ningún momento y que creo que creo tiene que ser uno de nuestros próximos destinos, amor. De todas formas, por si las moscas, dejo en el avión de papel las coordenadas del paralelo donde estuve parado observando la vida misma, para que me busques ahí si me pierdo.

                Ahora, habiendo vivido dos días espectaculares que prefiero contarte después, cambié mi rumbo con dirección inmediata a los lugares que a ti te gustaría conocer seguramente y junto a mi lo harás. Me fui directo a Irlanda y Escocia. Qué hermosos lugares, especiales para vivir: Tanto verde, tanta fauna, tan bella arquitectura, tan rústico todo lo que está lejos de las grandes ciudades y un clima tan agradable al menos para mi. Me recuerda mucho al sur de mi Chile hermoso. También el ambiente es genial, pues conocí a unos hombres locos y rockeros, compartí con ellos un carrete* espectacular, con una banda que me encantó y con una cerveza de un sabor exquisito. En la mañana, tuve mi primera caña** de la vida y la bajé con más cerveza con limón, sal y merkén, que por suerte tenía en la guantera del avión, para enseñarles las micheladas***, compartimos otro rato y cuando se me pasó la embriaguez, decidí subir al avión, pero me retuvieron, me dieron un café muy cargado y me subieron nuevamente al avión con un regalo para ti, amor, un anillo de la trinidad celta, para simbolizar nuestra unión, pues al parecer, en medio de tanto alcohol, les hablé mucho de ti.

                Aproveché pronto la cercanía y me fui derecho a Londres y fui sólo para buscar una de esas banderas que apostaría a que te gustan. También va en mi avión de papel.
                En Londres no sabía qué rumbo tomar, pues creía que mi camino estaba completo y sólo quedaba una parada y fue entonces cuando decidí volar, nuevamente, en mi avión de papel, cuyo corazón rayado decía que tu sonrisa es la que enamoró al sol y lo hizo huir y esconderse tras las nubes para que no lo vieras ardiendo en rubor con un color tan penetrante e inalcanzable para la imaginación, piloteándolo cual Otto el piloto, lleno de esperanzas y sueños de locura y canciones. Mas aquí, ya nada me apuraba, así que volé lento, muy, muy lento y volé y volé lejos, muy, muy lejos, allá por el ancho mar atlántico, por sobre un mar estrellado y un cielo lleno de anguilas fugaces y medusas campantes. En medio del gran océano negro punteado y en medio de esa hermosa noche, decidí dormir con mis recuerdos de una aventura extraordinaria (JÁ), piloteando cansado por la travesía... cansado de tanto descansar y por desgracia, no sabía dónde estaba. Estaba desorientado y perdido ¡pero sabía la hora! Gracias al bendito celular que da la hora según la ubicación geográfica, pero que si no tienes activado el roaming internacional, no es capaz de decirte dónde carajos estás.

                Eran ya las 3 de la madrugada en algún lugar del océano Atlántico y yo dormía cuando me despertó una gota de lluvia que me alegraba al golpear mi frente, por desfortuna, era una gota que formaba parte de un ejército de gotas y esa precisamente era sólo la primera guerrera en llegar a una gran batalla entre el cielo y el océano, una tormenta deliciosa o robusta que me tambaleó durante mucho rato hasta que me sentí ahogado por las espadas y flechas con fuego congelante que atravesaban a medio universo. Pronto me sentí sin fuerzas y peor aun, sin aire y bajo el agua, quedando a la deriva de la vida y de la misma muerte durante dos días y dos noches de las cuales no recuerdo nada. Inconsciente estuve mientras el mar me arrastró y me despertó en las costas brasileñas donde desperté perdido, desorientado e incluso alucinando un poco, y desafortunadamente, no tenía idea de dónde estaba mi querido avión de papel, el mismo que había piloteado tanto tiempo cual Otto el piloto, lleno de esperanzas y sueños de locura y canciones y cuyo corazón rayado decía que tu sonrisa es la que enamoró al sol y lo hizo huir y esconderse tras las nubes para que no lo vieras ardiendo en rubor con un color tan penetrante e inalcanzable para la imaginación humana.
                Durante tres días con sus tres noches, viviendo de la nada misma, pregunté y pregunté por todo el pueblito en donde estaba, si alguien había encontrado mi avión de papel, lo busqué. Prometo que lo busqué por todas partes, pero nadie lo había visto siquiera. Llegué a pensar que mi destino era vivir en Brasil por el resto de mi vida, donde con esa misma idea en la mente, pensé que ya era momento de resignarme, buscar un trabajo y bailar con unas garotinhas, donde en el acto y a la distancia, divisé a un niño jugar alegremente con mi avión de papel. Decidí recuperarlo, pero el niño se veía tan feliz lanzándolo, haciéndolo volar a cada instante, que no supe que hacer hasta que recordé que tenía diecinueve mil novecientos noventa y ocho aviones más, todos hechos de papel y con diseños diferentes los unos de los otros, se los prometí y ofrecí regalárselos a cambio de que él me diera el que tenía en ese momento. El niño al principio no aceptó, pues él quería sólo ese avión, el más lindo de todos. Pero luego de que le conté la historia de ti, de nosotros... y cómo había llegado allí, aceptó de inmediato y con su mano embarrada, dejó un obsequio también en el avión al igual que muchos otros en pro de nuestro amor.


            Esa tarde decidí salir en dirección a ti, rumbo a Temuco. Lo hice pero mientras pasaba por sobre Machu Pichu decidí detenerme un rato y lo recorrí de monte en monte, cada rincón de sus ruinas y hablé con cada quién pude hacerlo pero, decidí que de allí no habría ningún recuerdo, pues ahí mismo, allí sería el primer lugar que tú y yo visitaríamos y recorreríamos juntos como algo más de lo que somos.
                Al atardecer del día siguiente, tomé mi avión de papel, el que piloteé por tanto tiempo cual Otto el piloto, lleno de esperanzas y sueños de locura y canciones, leyendo incluso de vez en cuando lo que iba rayado en su corazón, ahí cerca de todos esos recuerdos de amor, donde decía que tu sonrisa es la que enamoró al sol y lo hizo huir y esconderse tras las nubes para que no lo vieras ardiendo en rubor con un color tan penetrante e inalcanzable para la imaginación humana. Ese avión lo piloteé por última vez, hasta que llegué a tu casa, donde te lo entregué, te besé y te conté todo esto que hice por ti.



*Carrete: en Chile este término se utiliza para denominar a las fiestas de los “jóvenes”.
** Caña: en Chile refiere a la resaca correspondiente al carrete.

*** Michelada: Trago chileno que consta de cerveza con limón y sal con una pizca de Merkén, que a su vez es un ají nacional molido, casi en polvo y bien rico.

1 comentario:

Mario dijo...

Soy de probar muchos diseños aunque normalmente suelen verse todos muy parecidos. Soy de viajar mucho y por eso siempre me interesan mucho los aviones en sus distintas versiones. En este momento estaba buscando conseguir Vuelos a San Pablo para poder disfrutar de las playas Brasileñas