Espectacular poema de uno de los escritores más fabulosos que he leído. El escritor maldito de sudamérica (mitad Chileno, a la postre). Disfruten!!
Por cierto, hay un cantante venezolano que hace una muy buena versión musical de este tema: el link aquí
El Poema Negro
Claudio de Alas
Cuando moría, me enlazó en su brazo,
cual un reptil de palpitante raso;
y con voz afiebrada y lastimera,
me dijo que cual ultima terneza,
y en recuerdo de toda su belleza,
me dejaba su blanca calavera...
Que robara a la hambrienta sepultura,
ese ultimo jirón de su hermosura,
que una lívida amante me sería,
y en mis horas alegres o de duelo,
su alma descendiendo desde el cielo,
a través de sus cuencas me vería.
Paso el tiempo...
El ave silenciosa del recuerdo,
voló sobre su fosa,
llamándome a cumplir aquel pedido,
que cual lúgubre flor de sus amores,
me dejó en los postreros estertores,
temerosa a los lutos del olvido.
Y era una noche, oscuridad y viento:
la lluvia desgarrando el firmamento,
batía en sus ramajes la espesura,
los jardines tronchados y barridos,
y del mar el estruendo y los rugidos,
resonando a lo lejos con pavura.
Ardiente el corazón, los miembros yertos
escalé la muralla de los muertos,
y pensando en la súplica postrera
de esa lívida novia del misterio
me perdí en el profundo cementerio,
porque iba a robar su calavera.
Por las calles desiertas y medrosas,
buscando en los letreros de las fosas,
llegue hasta su sepulcro solitario.
El viento en los cipreses sollozaba
y la lluvia, furiosa, me azotaba,
cual queriendo arrojarme del osario.
De una lámpara, sorda, bajo el brillo,
su mármol quebranté con un martillo.
Cual fatídico abismo, negro y hondo,
de la tumba la puerta entenebrida
abierta contemple...
de entre su fondo,
brotó una bocanada corrompida!
Y en lo profundo de la negra caja,
entre blancos jirones de mortaja,
la miré desleída y pestilente,
sepultadas sus formas y sus manos,
entre olas hirvientes de gusanos
que tragaban su carne lentamente.
En sus sienes mechones de cabellos,
sus ojos ¡Ay! como ningunos bellos,
convertidas en cuencas pavorosas,
en su boca que fue roja granada,
una muda y horrible carcajada,
y su pecho en piltrafas asquerosas...
De su belleza que radió cual astro,
no había allí tan siquiera un rastro.
Era un informe y corrompido andrajo.
La mire entristecido, mudo, inerte,
medite en los festines de la muerte,
y me hundí en el sepulcro abierto a tajo.
Temblorosas se tendieron mis manos,
al inmenso hervidero de gusanos.
Busque de la garganta las junturas,
nervioso retorcí...Hubo traquidos
de huesos arrancados y partidos...
Hasta que salí de las sepulturas.
Huí miedoso entre las sombras crueles,
creyendo que los muertos en tropeles,
levantaban sus formas descarnadas,
corriendo a rescatar su calavera,
esa yerta y silente compañera,
de la lóbrega noche de la nada...
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Eso pasó, fue ayer, hoy en mí mesa
cual escombro final de su belleza,
helada, muda, lívida e inerte
sobre mis libros en montón, reposa
cual una gigantesca y blanca rosa,
que ostentase la risa de la muerte.
Sus grandes cuencas, cómo dos cavernas,
me contemplan inmóviles y eternas.
Atónitos, al mirarla me figuro
que su alma tal vez huya del cielo,
para triste, silente y con anhelo,
mirarme allá, desde su fondo oscuro.
Entonces con amor llego hasta ella,
y cual si fuese cuando viva bella,
por sus huesos mi mano se desliza,
siento de ansia el corazón opreso,
y en el instante que le doy un beso,
Me encuentro ¡Ay! con su macabra risa.
Allá desde la alta noche, cuándo escribo,
ante su faz sintiéndome cautivo,
me parece que se abren sus quijadas,
y que en frases muy tiernas, temblorosas
me pide que le diga blandas cosas,
como en noches amantes y borradas...
Y soñando la veo transformarse
en la bella de entonces y acercarse,
y sentirme yo suyo...y ella mía...
Más al instante mi pupila advierte
que no es sino la imagen de la muerte,
que me contempla estática y sombría.
Ya llevan mucho tiempo estos amores,
ella es quien conoce mis dolores,
los sueños todos de mi vida entera,
ella me da la desnudez que viste,
yo el cariño de mi vida triste,
teniéndola de novia hasta que muera.
Y cuando rompa de la vida el lazo,
cual ella a mi la rodeara mi brazo,
y antes que a mi alrededor todo sucumba
le diré como frase postrimera:
¡Acompáñame pobre calavera,
acompáñame Amada hasta la tumba..."
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